jueves, 23 de septiembre de 2010

Se marchó con la cabeza bien alta y los tacones en una mano. Con un vestido mal abrochado y un orgullo demasiado bien puesto, caminó por las calles de una ciudad gris. Con carteles que iluminaban su paseo y farolas que, rotas, lo único que hacían eran adornar. Dos, tres, cuatro copas más. Sumergida en un sinfin de alcohol, que conseguía llevarla más allá de lo que cualquier otro hombre jamás la había llevado. sonriente. Porque a ella nunca nadie le borro su sonrisa. Y no porque no pudieran, sino, simplemente, porque ella no quería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario